Hoy, más de 130 años después, la electricidad está volviendo a sus orígenes, pues lo que actualmente la ciudadanía empieza a valorar, no es tanto la cantidad de electricidad empleada (y menos cuando el precio del kWh suministrado esta más alto que nunca), como los servicios que presta el proceso de generación y uso de la electricidad in-situ. Si ello va acompañado por el gran abanico de tecnologías de suministro y uso final a nuestra disposición, se abre una nueva perspectiva para que cambie radicalmente el panorama de la electricidad, respecto a como se ha desarrollado durante el siglo XX.
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Por ejemplo, ya hoy, los servicios energéticos necesarios para un edificio pueden ser proporcionados in-situ, mediante una combinación de diversas tecnologías de generación local (solar térmica y FV, eólica, cogeneración con combustibles de origen biológico, geotérmia, etc) y tecnologías altamente eficientes de uso final (edificios con requerimientos térmicos mínimos, electrodomésticos altamente eficientes, etc). La ventaja de hacerlo de esta forma y hacerlo in-situ, donde se necesita, es que fuerza a los usuarios a utilizar las tecnologías de uso final de la energía más eficientes disponibles en el mercado, lo cual se traduce en una disminución de la potencia necesaria a instalar para suministrar los servicios energéticos requeridos y, como consecuencia, una disminución del coste económico del conjunto (generación y uso).
Pero si bien técnicamente ello es factible y, en muchos casos, también lo es económicamente, existen incontables barreras político-administrativas que impiden la generalización de un sistema de estas características, pues el marco actual favorece, prioritariamente, el mantenimiento de las viejas estructuras heredadas de los monopolios territoriales, cuyo objetivo es vender cuantos más kWh, mejor.
Cambiar la obsoleta concepción de un sistema eléctrico centralizado basado en la quema de combustibles a la concepción de un sistema eléctrico descentralizado basado en infraestructuras para la captación de flujos biosféricos para generación y provisión de servicios, requiere, ante todo, voluntad política, para hacer los cambios administrativos necesarios que disuelvan las barreras hoy existentes. En una palabra, requiere crear el marco para hacer posible la reapropiación ciudadana del sistema eléctrico. Los oligopolios, aun hoy existentes, deben ser despojados de sus privilegios para que pueda nacer un mercado eléctrico libre de verdad, no basado en el menor coste del kWh generado (externalizando los costes ecológicos y sociales), sino en la calidad del servicio, al menor coste ecológico y social.